TRABAJO HUMANO V.03

[Equipo enLIZA (2015)]

 

El trabajo humano como proceso complejo

El trabajo humano puede ser abordado desde muy diversos puntos de vista, tales como: relación jurídica, actividad económica, actividad social, modo de acumulación energética, etc. En lo que sigue, será considerado como un proceso complejo en el que interaccionan seres humanos -individual o colectivamente- con recursos naturales y elaborados, dando lugar a bienes para satisfacer necesidades humanas o productos y utensilios susceptibles de ser reincorporados nuevamente al proceso de trabajo.

Si se considera el trabajo exclusivamente como proceso físico-químico, puede ser realizado tanto por el hombre como por otros seres vivos o por máquinas, pero aquí el término trabajo se referirá concretamente a un proceso que tiene lugar en un entorno social de seres humanos, en base a las complejas características que conceptualmente lo delimitan, extraídas de la observación y de la aplicación del conocimiento acumulado hasta nuestros días.

El trabajo como actividad del ser humano puede ser indistinguible de otras actividades. En otras palabras, cualquier actividad del ser humano puede ser considerada -en sentido amplio- como parte integrante del proceso de trabajo: alimentarse, practicar deporte, recibir clases, jugar, practicar sexo, etc. Considerar una actividad humana como trabajo, es decir, como parte integrante de un proceso de trabajo, va a depender del contexto en el que se ubique y del criterio social que se utilice para su definición. Jugar al fútbol puede ser un trabajo o bien una actividad lúdica, según el contexto en el que se considere.

Debe distinguirse claramente el trabajo como proceso complejo del trabajo como actividad humana. El proceso de trabajo necesita del concurso de la actividad humana, si bien no toda actividad humana cabe ser ubicada en un proceso de trabajo. El trabajo humano debe ser considerado en un contexto económico, si bien lo que se entiende por económico es algo muy fluctuante en las diversas sociedades, aunque pueda precisarse que hace referencia a la producción de bienes y servicios susceptibles de ser intercambiados para satisfacer necesidades humanas.

 

 

La máquina biológica humana como base del trabajo

El trabajo requiere -como uno de sus elementos nucleares- una actividad desarrollada por el ser humano; más concretamente por el inseparable complejo biológico constituido por la mente y el cuerpo: la máquina biológica humana. Tal máquina consta de un "hardware" compuesto por moléculas, tejidos y órganos gobernados por dos tipos de información: a) información genética, con una velocidad de modificación relativamente lenta, ubicada en estructuras celulares específicas y b) información del entorno social, adquirida a través de los órganos de comunicación corporales (órganos de los sentidos) y alojada en la mente humana.

El trabajo no es posible sin el soporte de la máquina biológica humana

La mente alberga el sistema de procesamiento de la información y el conocimiento, construido en base a la herencia genética y los aportes del entorno social. Sin la intervención de la mente no es posible realizar actividad de ningún tipo.

Igualmente necesario para cualquier actividad -incluida la de pensar- es la totalidad del cuerpo humano, que se pone a disposición de los órganos que alojan la actividad mental, transportando nutrientes, realizando movimientos o esfuerzos físicos, sustentando los órganos de los sentidos, etc.

El conocimiento para el trabajo se transmite socialmente de manera acumulativa

El conocimiento y destrezas relativas al trabajo se transmiten en tiempo presente y de generación en generación de manera acumulativa -salvo pérdidas accidentales o por situaciones de catástrofe- configurando una suerte de almacén de datos y de inteligencia colectiva. Esta es una diferencia fundamental con otros seres vivos, entre los cuales no se produce una transmisión acumulativa del conocimiento adquirido, al menos de manera significativa.

Históricamente, basándose en apariencias externas y careciendo de los conocimientos que aportan las neurociencias, se diferenciaba entre trabajo mental y trabajo corporal, estableciéndose una mayor indignidad para este último tipo. En realidad, se trataba de justificar ideológicamente la situación de quienes realizaban trabajos cómodos y bien recompensados, frente a aquellos que realizaban trabajos que deterioraban de manera acelerada tanto su mente como su cuerpo, sobre todo cuando quedaban reducidos a la condición de esclavos o de siervos.

Actualmente y con otros argumentos, se sigue defendiendo la preeminencia del trabajo intelectual o de aquel que requiere ciertas habilidades, para justificar posiciones de privilegio. Así, se trata de convencer que es necesario compensar con sonrojantes retribuciones el grandísimo esfuerzo y sabiduría que supone la toma de decisiones para los genios de las finanzas, cuyas debacles pagan a escote el resto de los mortales.

Ante un determinado tipo de trabajo, resultaría difícil cuantificar el porcentaje de trabajo mental y el de trabajo físico, siendo realmente artificioso establecer cuando un trabajo es predominantemente mental o predominantemente físico (considérese el caso de los astronautas que realizan un trabajo mental del máximo nivel y un trabajo corporal reservado a cuasi atletas).

La división entre trabajo manual e intelectual es artificiosa y suele utilizarse para defender posiciones de privilegio

Más importante que la ficticia división entre trabajo físico y trabajo intelectual, lo que interesa es el coste del trabajo para la persona, en términos de reposición de la energía invertida, el desgaste en sus componentes biológicos y las percepciones de malestar sufridas (dolor, cansancio, bajo tono muscular, aturdimiento, etc.).

En todo caso, la contraposición valorativa entre trabajo físico y trabajo mental se produce, entre otros factores, por los sistemas de creencias, los intereses personales o de grupo, el modelo de producción o el momento histórico considerado.

 

 

Coste energético y estructural

El trabajo supone para la persona un coste en términos energéticos. La estructura biológica -en la que está alojada la mente- consume aportes de energía que provienen del exterior y que es preciso reponer tras la realización del trabajo para evitar el colapso biológico.

La máquina biológica humana realiza una actividad de intermediación energética: recibe una energía externa a través de los alimentos y que devuelve al exterior, una vez transformada en trabajo físico, calor corporal y elementos bioquímicos.

La actividad desplegada por el organismo humano en el proceso de trabajo no solo requiere reparar el déficit energético producido, sino también hacer frente al desgaste o a las lesiones de la propia estructura. El trabajo supone riesgos que ponen en peligro la integridad biológica de la persona, en parte o en todo su conjunto. Estos riesgos pueden llegar a materializarse en forma de enfermedades profesionales o accidentes de trabajo, cuyo coste para la persona puede llegar a ser muy elevado.

 

 

Elementos motivadores y desmotivadores para el trabajo

El trabajo humano, como cualquier actividad, supone la existencia de elementos motivadores en la mente de la persona que lo lleva a cabo, así como la no existencia de elementos desmotivadores. En caso de que coexistan ambos, la actividad de trabajar se realiza cuando prevalecen los elementos motivadores sobre los desmotivadores.

Los elementos motivadores y desmotivadores para el trabajo no permanecen inmutables a lo largo de la historia, tanto si se considera desde un punto de vista cualitativo como cuantitativo. Asi, en épocas primigenias los elementos motivadores para el trabajo quedaban circunscritos a la satisfacción de necesidades básicas y la evitación de calamidades originadas en el entorno natural y social tanto para el propio individuo como para el clan familiar o tribal. Para ello era necesario obtener recursos (comida, bebida, abrigo, armas, utensilios, etc.) por medio del trabajo. También se obtenían recursos humanos (mano de obra) mediante la reproducción o mediante el sometimiento a esclavitud de los prisioneros capturados.

El ser humano evalúa su propia actividad en tiempo presente, tomando como referencia la actividad pretérita indefectiblemente evocada por su cerebro. Pero también, en base al pasado y al presente, es capaz de proyectar hechos o actividades hacia un tiempo futuro, asociándoles un cierto grado de probabilidad de existencia. En consecuencia, la motivación para el trabajo no solo tiene una dimensión transformadora hacia el presente, sino también hacia el futuro.

En el presente se realiza una actividad para satisfacer las necesidades más acuciantes, pero también una actividad evitativa -de situaciones indeseables- o conseguidora -de situaciones deseables-, tomando como referencia la proyección futura realizada por la mente y la experiencia almacenada del pasado.

Junto a los elementos motivadores que actúan como palancas para que el ser humano actúe, hacen su aparición los elementos desmotivadores que llevan a la inacción si cobran la suficiente importancia.

La realización del trabajo conlleva inevitablemente diversas percepciones negativas provenientes tanto del propio cuerpo como del entorno social, que actúan como elementos desmotivadores: dolor, fatiga, sueño, hambre, sed, irritación, baja o nula valoración profesional, etc. Estas percepciones de malestar tienen componentes físicos y psicológicos, activándose con los mensajes de los sensores corporales y la correspondiente elaboración mental en áreas racionales y emocionales del cerebro.

En aquellos sujetos que describen su trabajo como gratificante, e incluso placentero, también aparecen al cabo del día percepciones negativas (hambre, fatiga, sueño, etc.) que hacen necesaria la interrupción de la actividad y la reposición de la energía desgastada. La percepción de malestar, tanto cualitativa como cuantitativa, es, evidentemente, subjetiva: lo que para unos constituye un trabajo gratificante para otros supone un sufrimiento. En todo caso el grado de malestar es difícil de medir cuantitativamente.

A lo largo de la historia la satisfacción de necesidades básicas así como la evitación de calamidades ha constituido la motivación central para el trabajo; pero a medida que las sociedades han evolucionado bajo el sistema económico capitalista, los elementos motivadores han aumentado su complejidad. Las necesidades básicas han dejado de ocupar un lugar preponderante dado que su satisfacción ha llegado a ser relativamente poco costosa. Las necesidades básicas han dado paso a un heterogéno conjunto de necesidades sociales inoculadas en el individuo por el entorno social en el que desenvuelve su actividad. La implantación de estas necesidades sociales ha sido posible mediante los sistemas de propaganda comercial y política que han actuado como poderosas palancas para modelar la actividad de las personas. El consumo de toda clase de bienes y servicios ha pasado a ser un poderoso elemento motivador para el trabajo humano. El hambre, la sed, el frío, el miedo no han desaparecido como elementos motivadores que impelen a trabajar; ahí siguen como impelentes primordiales, pero las mentes humanas han colocado en primer término el consumo como motor para trabajar. Los seres humanos de estas "avanzadas" sociedades cuando trabajan piensan en la compra de un vehículo, una vivienda, un ordenador, realizar un viaje a tierras exóticas, etc., aunque también trabajan bajo el miedo a perder esta capacidad de consumo.

La motivación para el trabajo es un elemento fundamental para la construcción y mantenimiento de cualquier sistema económico. Cuando se ha ignorado su importancia se han producido desastres económicos y sociales de gran envergadura.

Los fallidos sistemas socialistas, en un primer momento, fundamentaban la motivación para el trabajo en eslóganes tales como la solidaridad de la clase obrera, el socialismo, la construcción de la patria socialista, etc. La retribución de los trabajadores se basaba en una gran igualdad, con abanicos salariales cerrados e incentivos reducidos. Este sistema no funcionó -entre otras cosas- porque los trabajadores optimizaban su actividad trabajando lo menos posible. Posteriormente se introdujeron políticas de incentivos salariales, pero tampoco fue efectiva esta medida debido a la gran escasez de productos de consumo, incluidos los más básicos. Las motivaciones ideológicas para el trabajo no suelen funcionar a gran escala; sólo en comunidades sociales muy reducidas y con creencias fuertemente establecidas pueden llegar a ser eficaces.

El consumo es un elemento motivador fundamental para que las personas trabajen bajo el sistema capitalista de producción

En la etapa actual, el sistema capitalista fundamenta la motivación para el trabajo en la expectativa de obtener cantidades significativas de servicios y bienes de consumo diversificados a cambio del salario obtenido mediante el trabajo. Como palanca para incitar al consumo se utiliza la propaganda masiva desde múltiples medios de comunicación. Sin embargo, este sistema económico conduce a enormes desigualdades sociales, coexistiendo capas de población sumidas en la pobreza con sectores privilegiados que practican el hiperconsumo de bienes y servicios. Asimismo se produce una anarquía en la producción, fabricándose bienes en exceso o en defecto, sin que el famoso mercado haga su aparición para regular los desequilibrios. Finalmente, la anarquía de la producción tiene consecuencias perversas, como la dilapidación de los recursos naturales y la destrucción del medio ambiente.

 

 

El trabajo como actividad en red

El trabajo estrictamente individual no existe, salvo que se realice una abstracción. Aunque acudiésemos a una situación extrema como la de un agricultor sembrando la tierra en solitario o la de un cazador en los lugares más remotos que podamos imaginar, hay que pensar que alguien proporcionó al agricultor los conocimientos para trabajar la tierra, las semillas iniciales o los aperos de labranza y el cazador fue adiestrado por otros cazadores, valiéndose de las armas fabricadas por él mismo -a través de conocimientos socialmente adquiridos- o por personas especializadas.

El trabajo es impensable sin estar asociado a las redes sociales

Si nos centramos en las modernas sociedades las interdependencias son todavía mucho más acusadas. El hecho de la propia existencia del individuo presupone una red social previa que lo generó biológicamente y propició su desarrollo y la adquisición de información y conocimiento..

Los individuos interrelacionan entre sí bajo un esquema de funcionamiento basado en redes sociales (cibernéticas y no cibernéticas) más o menos complejas.

La realización de cualquier tipo de trabajo requiere la conexión en red (simultánea o diferida) de los individuos para el intercambio de conocimientos y destrezas, de instrumentos o de bienes y servicios. Además en la mayoría de los casos se requiere la coordinación de las actividades especializadas en entornos en que la división del trabajo busca el aumento de la eficiencia; todo esto supone la existencia de redes sociales para realizar el trabajo.

 

 

El trabajo humano como proceso con capacidad sinérgica

El trabajo humano tiene la propiedad de que, bajo ciertas condiciones, genera sinergias. La sinergia es una propiedad o cualidad de un conjunto que no poseen las partes por separado. Es una aplicación del principio que formula que el todo es más que la suma de las partes.

Sinergia es la unión o multiplicación de energías. Un proceso es sinérgico cuando produce resultados cualitativa o cuantitativamente superiores a la suma de las actuaciones aisladas e individuales.

Un ejemplo simple nos permite comprender qué es la sinergia: la acción simultánea de dos personas permite desplazar un bloque de piedra de 100 kilos; por separado resulta imposible -salvo para unos pocos-. En este caso, el resultado de actuar dos personas a la vez es netamente superior a la actuación secuencial o por separado.

La obtención de sinergias no es exclusiva del ser humano. Gran parte de los seres vivos obtienen sinergias de su trabajo coordinado. Cualquier agrupación de un tejido celular requiere cierto grado de colaboración para conseguir la mera subsistencia. Los insectos sociales (abejas, hormigas, etc.) realizan complejas tareas de las que obtienen notables sinergias. El mero apareamiento de los mamíferos para reproducirse es otra actividad sinérgica.

Las sinergias pueden ser obtenidas mediante muchos métodos -división del trabajo, concurrencia de actividades, acumulación de conocimiento, etc.- que requieren coordinación entre varios actores, lo que supone, en definitiva, desarrollar una actividad en red mediante un mecanismo de comunicación bajo un cierto nivel de inteligencia.

Un proceso sinérgico no implica que deba ser positivo o provechoso para la sociedad. La acción de guerra que despliega un ejército puede ser sinérgica cuando se emplean los recursos militares debidamente coordinados; pero el resultado de la confrontación militar será desastroso desde un punto de vista global.

También ha de considerarse que los procesos de trabajo pueden producir sinergias negativas, es decir que el resultado conseguido con el trabajo sea inferior a la suma del trabajo aportado como sucede cuando se introduce en el proceso de trabajo información o conocimiento erróneos.

 

 

La acumulación y combinación de información y conocimiento en el proceso de trabajo humano

Cuando el trabajo se desarrolla como proceso sinérgico en red no hay diferencia entre las diversas clases de seres vivientes. Lo que diferencia al ser humano de los demás es que tiene la capacidad para acumular y combinar conocimiento -en su cerebro y en soportes externos- durante el transcurso de su actividad individual y social.

A diferencia de otros seres vivientes, el ser humano tiene la capacidad de acumular, combinar y transmitir conocimiento produciendo sucesivos saltos cualitativos

No es que los demás seres vivos no sean capaces de procesar la información y el conocimiento en un mayor o menor grado; lo que no tienen es la capacidad de acumular, combinar y transmitir conocimiento en el espacio y el tiempo, salvo a una escala muy reducida en el caso de algunas especies.

El ser humano, mediante el procesamiento inteligente es capaz de generar una acumulación tanto cuantitativa como cualitativa del conocimiento individual y social. Este proceso acumulativo tiene dos vertientes:

La acumulación y combinación de conocimiento es la mayor fuente de sinergias. Cada nuevo salto cualitativo en el conocimiento produce un efecto multiplicador sobre los resultados del trabajo humano, lo que se constata a lo largo de la historia.

La acumulación y combinación de conocimiento es la mayor fuente de sinergias

Tal acumulación dió lugar a la aparición de los primeros utensilios, herramientas y medios de transporte -máquinas elementales- así como a la manipulación de la energía fósil. La aparición de los lenguajes escritos propició la pervivencia y difusión de la información y el conocimiento que no era posible mediante el lenguaje oral. Nuevos instrumentos -máquinas complejas- fueron apareciendo -hornos, metalurgia, rueda, etc.-. Más adelante, la imprenta, como generador masivo de soportes de información y conocimiento externos al cerebro -los libros-, supuso un hito en la consecución de sinergias. En sucesivas etapas históricas se realiza una acumulación de conocimiento a un ritmo creciente que llega a ser vertiginoso en nuestros días, momento en que aparecen nuevos tipos de máquinas capaces de procesar, almacenar y transmitir la información y el conocimiento. El trabajo que realizan las cibermáquinas y ciberredes sustituyen y superan en muchos casos al trabajo humano. En el cercano horizonte se vislumbra la implantación de la inteligencia artificial cuyas consecuencias no son imaginables en la actualidad.

En síntesis, la acumulación de información y conocimiento a lo largo de la historia ha dado lugar a elementos generadores de sinergias en el proceso de trabajo humano que pueden ser relacionados teniendo en cuenta la funcionalidad de la información y el conocimiento incorporados:

La acumulación de información y conocimiento ha dado lugar a unas sinergias descomunales derivadas de la actividad coordinada entre humanos y máquinas. El ser humano interactúa con la máquina, lo que supone un efecto multiplicador de la capacidad de trabajo. Las sinergias se acrecientan exponencialmente mediante la disposición en red de seres humanos, máquinas e inteligencia artificial (actualmente rudimentaria).

 

 

Utilización de recursos tangibles e intangibles

El trabajo del ser humano tiene lugar cuando concurre su actividad mental y corporal con la utilización de recursos tangibles e intangibles.

Los recursos tangibles se caracterizan porque pueden percibirse a través de los órganos de los sentidos y ocupan un ámbito espacial que puede delimitarse con precisión. Exceptuando las infraestructuras naturales, tales recursos constituyen el resultado de procesos de trabajo previos que han venido desarrollándose desde los más remotos tiempos; en definitiva, se trata de elementos en los que se ha acumulado energía a través del trabajo pretérito. Como recursos tangibles pueden enumerarse:

Los recursos intangibles están constituidos por la información y el conocimiento del entorno natural y social que los seres humanos han albergado en diversos soportes a lo largo de la historia. Se trata de recursos para cuya plena funcionalidad requieren necesariamente una transmisión de información y un procesamiento mental. Las técnicas para encender fuego o para cazar constituyen elementos inaprensibles, a diferencia de lo que sucede cuanto se transmiten entre los humanos una tea encendida o la carne de una presa que son elementos con existencia espacial independiente del cerebro humano.

 

 

Decadencia del cerebro humano como soporte de información y conocimiento

Primitivamente, los recursos intangibles eran almacenados exclusivamente en el cerebro humano por lo que su importante papel era incuestionable en tanto en cuanto no existían alternativas de otro tipo. La transmisión de la información y el conocimiento estaba muy limitada en el espacio y el tiempo: sólo se efectuaba entre los cerebros de los miembros del clan o tribu a través de lenguajes mímicos y fonéticos, pero con un gran número de errores. El riesgo de pérdida de información y conocimiento era enorme debido a la desaparición física -individual o colectiva- de los individuos o al deterioro de su cerebro. Pero lo más relevante es que el cerebro tenía -y tiene- una capacidad limitada para procesar y almacenar información..

La aparición de lenguajes gráficos posibilitó almacenar la información y el conocimiento en soportes externos al cerebro humano, de manera que su transmisión en el espacio y el tiempo se hizo más fiable y ubícua. La información y el conocimiento pudieron incrementarse cualitativa y cuantitativamente y, además, ganar en precisión.

La aparición de la imprenta en el siglo XV supuso un salto cualitativo que propició que la transmisión de la información y el conocimiento se realizase a mayor velocidad que hasta entonces, así como que se produjese un enorme proceso acumulativo en soporte de papel. La difusión y la comparación de la información y conocimiento contenidos en libros y otros documentos aceleró el progreso científico.

A partir del siglo XIX se produce una avalancha de descubrimientos científicos y aplicaciones técnicas (telégrafo, teléfono, radio, televisión, soportes analógicos, ordenadores, soportes digitales, redes cibernéticas, internet, etc.) que producen otro salto cualitativo de la información y el conocimiento, de manera que la capacidad (en cuanto a velocidad y volumen) de transmisión, almacenamiento y replicación, alcanzase unas cotas gigantescas, difíciles de comprender para el ser humano.

Por último, desde mediados del siglo XX se produce un nuevo salto cualitativo: el procesamiento de la información y el conocimiento puede realizarse en máquinas cibernéticas externas al cerebro humano, de tal manera que:

 

 

Pérdida de importancia del trabajo humano

La menor relevancia del cerebro como soporte de información y conocimiento tiene unas consecuencias de enorme transcendencia para el ser humano en todos los ámbitos y, en particular, respecto su papel en el proceso de trabajo:

La consecuencia de todo lo anterior es que, bajo el actual sistema económico, una gran parte de los trabajadores han llegado a ser prescindibles, exceptuando aquellos cuyas destrezas no pueden ser transferidas a las máquinas cibernéticas. Muchas actividades de los trabajadores ya no son necesarias puesto que los ordenadores y las máquinas asociadas a ellos, realizan un trabajo mucho más eficiente. Millones y millones de trabajadores han dejado de ser imprescindibles. Oficios y especialidades con cualificación van desapareciendo uno tras otro. Los trabajadores se ven abocados progresivamente al paro o al trabajo de baja cualificación.

El cerebro humano va perdiendo progresivamente su importancia.

En el presente el trabajo cualificado pierde importancia en favor del trabajo informatizado.

en un futuro nada lejano la robotica unida a la inteligencia artificial producirán un cambio de civilización

El futuro inmediato no es nada halagüeño para grandes grupos de trabajadores. Algunos ejemplos, de entre otros muchos, pueden ser citados: a) el sector sanitario, que se transformará a medida que avance la telemedicina, el diagnóstico mediante inteligencia artificial y la cirugía robotizada, lo que supondrá reconversiones masivas; b) la conducción de vehículos (trenes, aviones, autocares, camiones, etc.) se automatizará progresivamente, perdiendo su puesto millones de conductores; c) multitud de sectores se verán amenazados por la introducción masiva de impresoras 3D capaces de fabricar cualquier objeto; d) la gestión de cualquier trámite administrativo no necesitará apenas personal con la implantación de sistemas de tramitación inteligentes; etc.

Una de las consecuencias más importantes de todo lo anterior es la extensión de la infracualificación y el desempleo que alcanzará cotas inimaginables a nivel mundial, lo cual llevará inevitablemente a un cambio de sistema, cuestión que se examinará más adelante.

 

La devaluación de la clase obrera

La pérdida de importacia del trabajo humano en nuestros días tiene consecuencias directas sobre las concepciones mantenidas acerca de la clase obrera durante el siglo veinte y que, incluso, llegan hasta nuestros días.

Las aportaciones que realizaron en su día los teóricos marxistas fueron un avance en la comprensión de los conflictos sociales. Las teorizaciones en torno al concepto clase social para explicar los cambios económicos, políticos y sociales supusieron todo un salto cualitativo desde el punto de vista científico. El papel de las personas respecto a los medios de producción era determinante en la configuración de las clases sociales que pasaban a estar constituidas por explotadores o por explotados. La lucha de clases explicaba en cada momento histórico concreto los cambios sociales que se producían. La lucha de clases es el motor de la historia, según estas doctrinas que contribuyeron a erradicar las teorías idealistas que explicaban la historia por la decisiones de personajes relevantes, deidades, el azar, etc.

Sin embargo, no tuvieron éxito las doctrinas revolucionarias basadas en la concepción marxista. Así ocurrió en la extinta URSS, en China y en algunos otros países. Tras ciertos éxitos iniciales en su implantación, estas doctrinas llevaron a históricos fracasos en los planos económico, político y social, quedando únicamente en la actualidad impresentables rescoldos junto a la caricatura del comunismo hipercapitalista en China.

Las doctrinas marxistas han venido realizando análisis sociales que predicen el fin del capitalismo, lo cual es tan cierto como que el planeta Tierra desaparecerá algún día, pero la cuestión es determinar las condiciones y el momento en que tal hecho se producirá. El problema es que estas teorías contienen vectores ideológicos que hacen impreciso el análisis social que realizan y, por consiguiente, llevan una y otra vez al fracaso de los movimientos que intentan sustituir el orden social capitalista, alguno de los cuales se relacionan seguidamente:

Mientras que la revolución industrial inició el camino para la sustitución de la fuerza humana, la revolución cibernética inicia el camino para la sustitución de la inteligencia humana. Si a esto unimos la dispersión jurídica, funcional y geográfica de los trabajadores que han fomentado las grandes corporaciones y poderes financieros, podemos comprender el porqué de la decadencia de la clase obrera y de sus organizaciones.

La clase obrera como elemento operativo en los cambios sociales no ha funcionado puesto que una cierta parte de quienes mantienen una relación laboral se han mostrado inactivos o contrarios a sustituir el orden social capitalista, máxime cuando han podido contemplar desde la atalaya de la historia el desastroso final de la experiencia del socialismo real. Lo que en realidad ha influido durante el siglo veinte han sido las redes sociales de trabajadores (entre ellas partidos, sindicatos y organizaciones supranacionales), dotadas de una inteligencia de red -ideología- y mecanismos de comunicación fundamentados en la cercanía espacial que proporcionaban los grandes centros productivos. Cuando se propicia la disminución de tamaño de las factorías junto a su dispersión geográfica y por otra parte se multiplica la tipología de nexos jurídicos trabajador-empleador, se llega a una reducción y fragmentación de las redes sociales de trabajadores, de manera que su influencia en la distribución de la riqueza tanto a nivel nacional como global queda fuertemente mermada.

 

 

El producto del trabajo: trabajo acumulado

El proceso productivo en el que interviene el trabajo humano puede esquematizarse en el siguiente gráfico:

 

 

 

En la entrada del proceso productivo confluyen los recursos tangibles (infraestructuras, energía, máquinas, materias primas), los recursos intangibles (información y conocimiento en soportes externos al cerebro humano) y el trabajo humano que aporta fuerza física e inteligencia. Los elementos tangibles e intangibles son productos acumulados gracias al trabajo humano realizado en tiempo pretérito.

En la fase de procesamiento el trabajo humano interacciona con los recursos tangibles e intangibles aportados, realizándose una transformación, de manera que a la finalización del proceso se obtienen -como productos de salida- nuevos recursos tangibles e intangibles que incorporan el trabajo realizado en el proceso. En el esquema propuesto cabe incluir tanto la producción de bienes como la de servicios o ambas cosas a la vez. En el caso de muchos servicios se incorporan y se obtienen exclusivamente recursos intangibles.

El procesamiento de los recursos mediante el trabajo humano da como resultado global -a lo largo de toda la historia de la humanidad- un conjunto de recursos con una cantidad de trabajo acumulado mayor que el que tenían incorporado los recursos utilizados. Este aserto no se verifica, desde luego, en casos particulares cuando se producen errores o accidentes o bien una actividad despilfarradora, donde los recursos producidos son menores que los aportados.

El producto del trabajo es trabajo acumulado en forma de: información y conocimiento, energía, máquinas, infraestructuras, servicios y productos de consumo.

El trabajo humano transforma el trabajo acumulado en nuevo trabajo acumulado en un encadenamiento de procesos que no tiene fin. Se trata de un proceso recursivo: el producto obtenido a la salida es utilizado como aporte a la entrada de un nuevo proceso. Una parte del trabajo acumulado se materializa en nuevos recursos que entran a formar parte del mismo o de nuevos procesos productivos, añadiendo un efecto multiplicador. Otra parte se materializa en productos consumibles (alimentos, combustible, etc.) que, directa o indirectamente, entran a formar parte del proceso productivo, pero que, a diferencia de las máquinas y el conocimiento, se destruyen tras su uso, transformándose en energía y desechos.

 

 

Trabajo útil y trabajo inútil

Ya se apuntó que aunque un proceso productivo sea sinérgico no significa que el resultado obtenido siempre sea positivo en términos sociales. La sinergia hace referencia al incremento de la eficacia de un proceso de transformación pero no a la bondad o maldad del resultado.

En un proceso productivo podemos vislumbrar fuentes y sumideros de utilidad. Con esto se pretende decir que pueden crearse bienes y servicios (fuentes) que pueden ser útiles a la sociedad considerada globalmente, pero también puede suceder lo contrario, esto es, que se destruyan bienes y servicios (sumideros).

La fabricación de armamento a gran escala destinada a sustentar los conflictos bélicos y la dominación de naciones y sociedades, objetivamente no sirve para el bienestar social (aunque en una escala limitada pudiera justificarse para el mantenimiento del orden), de manera que los procesos productivos asociados deben ser considerados como sumideros a través de los cuales se destruyen bienes que, utilizados para otro fin, hubiesen podido contribuir a un mayor bienestar de la humanidad.

Igualmente otros procesos productivos dan como resultado bienes que posteriormente son desaprovechados e, incluso, destruidos: excedentes de automóviles, de viviendas, de alimentos, construcciones faraónicas, etc. La fabricación de artículos de lujo, destinados a minorías, y que no responden a necesidad vital alguna (joyas, perfumes, etc.) son ejemplos de procesos productivos cuyo resultado es inútil para la cobertura de las necesidades del ser humano. Las potencias armamentísticas junto con países del Golfo, gobernados por los horteras jeques del petróleo son paradigmas del derroche de recursos.

Los accidentes o las catástrofes naturales son otros grandes sumideros del trabajo acumulado ya que producen destrucciones en masa.

Por tanto es necesario no confundir la eficacia y las sinergias del resultado obtenido mediante un proceso productivo de la utilidad social del trabajo acumulado.

Lo anterior explica los avances y retrocesos económicos a lo largo de la historia. Si el resultado de todos los procesos productivos siempre fuese útil para la sociedad no se producirían (o, al menos, se mitigarían) las situaciones de penuria que todos conocemos: hambrunas, desempleo, pobreza, etc., salvo que fuesen la consecuencia de catástrofes naturales. El despilfarro de recursos o el destino inadecuado de los bienes y servicios supone que los más desfavorecidos de la sociedad se vean privados de mecanismos para solucionar sus carencias.

Antiguas civilizaciones, cegadas por las religiones o sometidas por poderes despóticos, concentraban sus esfuerzos en levantar absurdas pirámides o descomunales templos y palacios en lugar de construir regadíos o mejorar las viviendas de la población.

A lo largo de la historia el ser humano ha sido abocado por quienes detentan el poder a realizar trabajos inútiles o perjudiciales

Nuestra civilización tampoco ha extraído consecuencias de la historia, de manera que el resultado del trabajo deviene inútil o perjudicial cuando se emplea para la obtención masiva de armamentos, para fomentar el hiperconsumo que dilapida los recursos naturales o para la desmedida utilización de energía.

El concepto de útil o inútil es, evidentemente, relativo puesto que el fabricante de armas defenderá la utilidad de las armas argumentando que contribuyen a la seguridad de las sociedades, a la paz, al progreso científico y que, en el colmo de sus bondades, generan empleo. El fabricante de yates también esgrimirá su utilidad para crear empleo, aunque solo sirvan para que su propietario realice una excursión al año en la flamante embarcación que exhibirá -de eso se trata- como símbolo de triunfo y poder. El jeque hortera mostrará su bañera de oro jactándose de los sirvientes que necesita para darla brillo.

Lo cierto es que los supuestos anteriores son casos muy evidentes de inutilidad del sistema productivo, al menos para una gran mayoría de la sociedad, sin embargo no es un tema fácil establecer lo que es útil o inútil en términos económicos.

En realidad la economía está impregnada de conceptos fuertemente ideológicos (incluidos los dogmas religiosos) que son modulados o contrariados por la cruda realidad de las leyes de la materia. Lo útil o lo inútil no son conceptos que puedan definirse de manera objetiva, sino en relación a un determinado sector social y en un momento histórico determinado.

Los avances económicos de una sociedad vienen determinados tanto por la eficacia de los procesos económicos como por la idoneidad de los resultados para ser reincorporados al ciclo económico, realimentándolo, y así aumentar su sinergia global. Pero no puede ser olvidado que la utilidad debe ser referenciada al bienestar de la mayor parte de la población y no a la satisfacción de las apetencias neuróticas de una minoría privilegiada.

Es absurdo e inútil producir con una alta eficiencia bombas atómicas que constituyen un riesgo de destrucción de la humanidad o bienes útiles como alimentos que son destruidos para mantener los precios de mercado.

Los criterios de utilidad no pueden formularse en abstracto. Todo criterio de utilidad responde a un determinado tipo de ideología o interés. Para el accionista o para el propietario de una empresa la utilidad de un determinado producto reside en la obtención del máximo beneficio propio; para el trabajador de una empresa de armas la utilidad del producto reside en que le mantenga el empleo; para el morador de una vivienda esta es útil si cumple toda una serie de funciones de habitabilidad al menor coste; etc.

En nuestros días, a la vista de la degradación del entorno natural y de la tendencia imparable a la escasez de recursos naturales no cabe sino formular el concepto de utilidad de un bien económico en función de los criterios de economía sostenible. Con arreglo a esta opción ideológica podría decirse que un bien económico es útil (e igualmente el trabajo realizado para producirlo) si reúne propiedades tales como:

 

 

La atribución de los recursos económicos

Cualquier recurso económico se obtiene originariamente con la específica actividad humana del trabajo. Los recursos económicos aportados al proceso de trabajo se transforman en nuevos recursos económicos. Desde un punto de vista global, en el proceso de trabajo los recursos económicos obtenidos son superiores a la suma de los recursos económicos aportados y a la retribución del trabajo. Los excedentes obtenidos han sido atribuidos de muy diversas formas, según la época considerada.

Cualquier recurso económico se obtiene originariamente mediante el trabajo

Las cosas no salen de la nada ni son producto de la voluntad divina o de la inacción de las personas. Sin el aporte de la actividad humana -trabajo- nada se consigue. Incluso cuando la naturaleza proporciona frutos o materias primas es necesario detectar su presencia y recolectarlos. Sin embargo, las relaciones jurídicas (propiedad, posesión, usufructo, uso, etc.), surgidas a lo largo de la historia, en torno a los recursos obtenidos mediante el trabajo, no han situado siempre al sujeto activo del trabajo como beneficiario principal.

La propiedad, principal relación jurídica- de los recursos económicos -entre los que se encuentran los medios de producción-, ha sido atribuida -según la sociedad y el momento histórico considerado- a diversos sujetos jurídicos: al trabajador, a la colectividad, al amo, al señor feudal, al capitalista, a la sociedad cooperativa, al estado socialista, etc.,

Los mecanismos de atribución de la propiedad sobre los recursos económicos en cada uno de los momentos históricos responden a la correlación de fuerzas del conjunto de redes sociales que coexisten una sociedad dada. Las redes dominantes imponen las reglas de naturaleza cualitativa y cuantitativa que les van a favorecer en la actividad de intercambio de bienes y servicios que, necesariamente, ha de darse en toda sociedad.

Las relaciónes primarias de apropiación tienen lugar en el proceso del trabajo humano, en el momento en el que nace un nuevo bien económico. Puede suceder que el trabajador se apropie del producto del trabajo propio; así el agricultor independiente o el artesano se apropian de la cosecha o del objeto obtenidos con su trabajo. Pero en otros casos el mecanismo de apropiación tiene lugar sobre eltrabajo ajeno, en base a un consentimiento social surgido de la convicción o del temor, con un soporte ideológico variable según la época que se considere. El esclavista se apropia del producto del trabajo bajo la premisa de que el esclavo no es persona; el señor feudal está investido de prerrogativas divinas que le permiten apropiarse del trabajo de los siervos vinculados a la tierra de la que aquel es propietario; el capitalista se apropia de la plusvalía obtenida en el proceso de trabajo humano bajo las cobertura del indiscutible derecho natural o de las teorías de la retribución del riesgo.

Las relaciones primarias de apropiación se originan en el proceso de trabajo

Estas relaciones primarias de apropiación no derivan de una doctrina natural e indiscutible de la propiedad (aunque muchos se esfuercen por convencer de ello); se trata más bien de relaciones impuestas por las redes sociales dominantes, mediante normas jurídicas cuyo cumplimiento se garantiza en último extremo a través de la coacción institucional.

Bajo el sistema económico capitalista, vigente en nuestros días, se produce un específico mecanismo de atribución del resultado obtenido en el proceso del trabajo humano. El esquema sería el siguiente:

Junto a las relaciones primarias de apropiación mediante el trabajo, existen relaciones secundarias de apropiación en tanto que necesariamente derivan de las primeras. Se trata de relaciones de propiedad sobre bienes económicos que ya han sido producidos. Muy diversos son los mecanismos que pueden encontrarse, siendo los los más frecuentes en nuestros días los siguientes:

Existen otros mecanismos de apropiación coactiva (robo) y no coactiva (hurto, prescripción adquisitiva, premios de juegos de azar, hallazgo, etc.) pero cuya importancia cuantitativa es bastante menor en términos estadísticos.

La relación de propiedad se fundamenta en una mera convención social

La relación de propiedad se basa en la aceptación (de grado o por fuerza) por una mayoría social de que un determinado bien económico pueda ser destinado por el propietario a la finalidad que desee, aunque con los límites sociales existentes en cada momento.

La propiedad no es solo una relación entre la persona y la cosa, sino, fundamentalmente, una relación por la que la sociedad reconoce las prerrogativas del propietario, de manera que los demás quedan excluidos de cualquier relación con la cosa, salvo decisión distinta del propietario. La modulación del derecho de propiedad ha oscilado históricamente dentro del eje interés privado - interés social, yendo desde las concepciones más privatistas del Derecho romano hasta las concepciones del socialismo de Estado en el que se negaba la propiedad privada de los medios de producción.

En nuestros días la propiedad, incluso en los Estados más acentuadamente capitalistas, contiene numerosas limitaciones en función de su tipología (propiedad del suelo, intelectual, industrial, financiera, etc.), además de las establecidas por la vía de los impuestos que pretenden evitar una acumulación totalitaria de los bienes económicos en unos pocos ricos.

 

 

Apropiación de la inteligencia acumulada

Como un mecanismo específico de atribución de los recursos económicos se debe considerar la apropiación por los capitalistas de la inteligencia acumulada, lo que constituye una característica fundamental del actual sistema económico. El capital y más concretamente el capital financiero no solo se apropia de los bienes económicos tangibles sino también de la información y del conocimiento.

el capital financiero se apropia paulatinamente de la inteligencia acumulada a lo largo de la historia

En anteriores epígrafes ya se indicó que el cerebro humano ha dejado de ser el principal soporte para el alojamiento de la información y el conocimiento, habiendo sido sustituido por soportes digitales externos. Gran parte del saber y las destrezas humanas han sido acumulados en programas convencionales o con capacidad de inteligencia artificial, bases de datos, máquinas cibernéticas, etc. El ser humano era imprescindible debido a la información que albergaba en su cerebro y a su capacidad de procesamiento inteligente; hoy ha dejado de ser imprescindible en numerosas actividades económicas: los trabajadores son reemplazados en las tareas más complicadas o monótonas por máquinas mucho más veloces, perfectas, infatigables y disponibles a cualquier hora que, además, ni protestan, ni se sindican y a las que no hay que aumentar el salario.

Los procesos productivos de nuestros días se caracterizan por la incensante reducción o sustitución de los trabajadores como consecuencia de la implantación de tecnologías de la información y las comunicaciones, la robótica y la inteligencia artificial. El trabajo humano representa una parte cada vez menor respecto de los medios de producción que contienen gran cantidad de inteligencia acumulada en soportes externos a las personas.

Las tendencias no dejan de ser sombrías. La creciente implantación de la robótica y de la inteligencia artificial va a dejar sin empleo o va a infracualificar a numerosos trabajadores y profesionales: cirujanos, médicos, enseñantes, pilotos o conductores de vehículos de todo tipo, cajeros de supermercados, mozos de almacén, etc.

Lo que no cabe ninguna duda, a la vista de lo anterior, es que quien posea el control de la información, el conocimiento y la inteligencia almacenados en soportes externos al cerebro humano va a tener una influencia decisiva en el control de las sociedades.

se plantea un gran problema social con la concentración de la inteligencia externa en manos de unos pocos

Los recursos en forma de software y hardware generados a lo largo de la historia pueden llegar a quedar en unas pocas manos. Si tal cosa no se impide cabe la posibilidad de entrar en una era de esclavitud tecnológica en la que unos pocos centros financieros o corporaciones tecnológicas que se han apropiado de la inteligencia acumulada sometan a sus designios al resto de la humanidad y en la que el mundo del trabajo estará integrado por unas élites supercualificadas coexistiendo con masas de trabajadores dedicados a actividades temporales de baja cualificación y legiones de desempleados.

Es necesario pues reflexionar sobre la apropiación de los recursos intangibles. Para ello hay que partir de que todos los conocimientos acumulados son el producto de las generaciones pretéritas y coetáneas, no siendo posible admitir por la sociedad su apropiación por persona física o jurídica alguna. La defensa de la propiedad intelectual se realiza encarnizadamente por las corporaciones tecnológicas, precisamente porque son conocedoras de la importancia que va a tener, sobre todo en el futuro, el control de la información, el conocimiento y la inteligencia artificial.

La inteligencia transferida desde el cerebro humano hacia soportes externos es el resultado de millones de años de evolución biológica e interacciones sociales y, por tanto, no puede ser admitida la apropiación a favor de una minoría para que controle a la humanidad en su propio beneficio.

 

 

 

Predominio del capital financiero mundial y de las empresas transnacionales

El capital financiero no es sino un conjunto de relaciones de deuda y de crédito a las que se asocian funcionalidades muy diversas: segregación, acumulación, permuta, reestructuración temporal, etc. Su transmisión se realiza en soportes reales o virtuales (anotaciones en soportes informáticos), siendo éstos últimos los predominantes. Tales relaciones complejas se establecen tomando como referencia inicial relaciones de débito y crédito asociadas a bienes reales, pero, merced a las sucesivas transmisiones y reestructuraciones, toman vida propia de manera que, en un momento dado, nadie está en condiciones de conocer su origen por lo que devienen en entidades abstractas sin conexión con el mundo real.

la economía financiera se sitúa por encima de la economía productiva

Este capital financiero al expandirse a nivel mundial da lugar a una economía virtual que se sitúa por encima de la economía real, tanto cualitativa como cuantitativamente. Los capitales productivos y, por ende, el trabajo humano, quedan subordinados a los intereses y movimientos especulativos del capital financiero.

El capital financiero está residenciado en unos pocos centenares de centros de poder financiero, constituyendo un directorio mundial junto con las grandes empresas transnacionales que operan en la economía real. Los Estados y las instituciones supranacionales se han mostrado incapaces de controlar la actividad de este gobierno mundial en la sombra protegido por el velo del secreto bancario y los intereses de estado.

unos pocos centros de poder financiero dirigen la economía mundial

Los mecanismos expropiatorios en masa que utiliza el capital financiero a nivel mundial son de muy diverso tipo. Se utilizan productos financieros complejos -ininteligibles incluso para personas con formación universitaria-; se distorsionan los ratings de deuda pública y privada y toda clase de índices financieros; se manipulan los cambios en los mercados de divisas; se especula en bolsa mediante transacciones de alta frecuencia, etc. Se incide en la soberanía de los Estados al imponer, a través de políticos afines, la limitación de los presupuestos y las condiciones de la deuda pública. El directorio financiero mundial es el que impone las grandes decisiones económicas que se toman en la economía real.

Las empresas transnacionales también operan a escala global. Asociadas a los centros de poder financiero toman las decisiones de inversión, de producción y de asignación de recursos, marcando las líneas de investigación que han de seguirse a nivel científico y tecnológico. Constituyen monopolios u oligopolios tecnológicos a escala mundial en sectores estratégicos (telecomunicaciones, productos farmacéuticos, energía, servicios en internet, etc.).

 

 

Democracias degeneradas

Las democracias de los países occidentales han degenerado paulatinamente desde sus orígenes. Las primeras democracias en el siglo diecinueve tuvieron el mérito de propiciar la expresión de la voluntad de los ciudadanos contando con unos medios de comunicación y de transporte realmente precarios. El sistema tenía lagunas e imperfecciones pero satisfacía las necesidades de los ciudadanos en aquel momento histórico. Los ciudadanos de las pseudodemocracias de nuestros días no entienen porqué solo pueden votar cada cuatro años cuando en los cajeros automáticos de los bancos o a través de internet mediante ordenadores o teléfonos móviles, pueden realizar, a diario, todo tipo de gestiones y expresar perfectamente su voluntad en cualquier foro.

Los sistemas de voto -eje principal en el que se fundamenta la democracia- no han cambiado en decenios, propiciando la corrupción de los partidos y de las élites económicas.

el lema "una persona, un voto" es un eslogan puramente estético

El lema de la democracia, una persona, un voto, ha llegado a convertirse en un eslogan puramente estético. Los sistemas electorales suelen contener mecanismos desequilibradores que favorecen descaradamente a ciertas formaciones políticas mediante la adopción de sistemas mayoritarios, con circunscripciones con alta desproporción entre electores y elegidos o con la utilización de listas cerradas y bloqueadas. Incluso aunque los sistemas electorales fuesen perfectamente equilibrados, los cargos elegidos gozan de cotas de poder casi absoluto durante el tiempo de su mandato, de tal manera que los ciudadanos, una vez que han emitido su voto, ya no cuentan para nada. Todo se justifica en aras de la gobernabilidad por quienes defienden a todo trance la democracia representativa y que no están dispuestos a implantar paulatinamente mecanismos de democracia directa.

la cooptación y la opacidad son las características que definen a los partidos políticos de nuestros días

Por otra parte, los agentes activos de la democracia, los partidos políticos, han estado y están dominados por el sistema de cooptación y por la opacidad. Los dirigentes cooptan o designan a sus acompañantes o a sus sucesores para los cargos relevantes, aunque se realicen elecciones formales para guardar las apariencias. En otros casos (EE.UU.) es el estatus económico o el apoyo de grupos económicos de presión lo que determina las posibilidades de obtener cargos políticos, también con elecciones formales validatorias. En cualquier caso los partidos están dominados por grupos elitistas que practican la endogamia en el ejercicio del poder.

Como complemento a todo lo anterior hay que añadir la degeneración de los grandes medios de comunicación que, paulatinamente, han ido cayendo en manos de grupos económicos de presión, pasando a realizar una actividad de propaganda y adoctrinamiento económico y político en favor de sus intereses. Como contrapeso a estos medios ha surgido, a través de internet, todo un conjunto de herramientas de multidifusión que hacen posible que no queden sepultadas las corrientes de opinión adversas a los poderes dominantes. Sin embargo, esto no es suficiente, dada la dispersión y fragmentación de la información en las ciberredes, a lo que es preciso añadir que la mayoría de la población mundial no tiene acceso o no sabe desenvolverse con las tecnologías de la información.

los grupos económicos y financieros globales detentan el poder a nivel mundial

Finalmente, cabe resaltar que tras la última crisis económica mundial ha quedado evidenciado que los gobiernos y las instituciones supranacionales elegidos mediante sistemas democráticos han actuado al servicio de los grupos económicos y financieros globales, imponiendo a los ciudadanos recortes en el estado de bienenestar que no figuraban o resultan contradictorios con las medidas incluidas en los programas electorales. Los gobiernos y los parlamentos han acabado haciendo lo contrario de lo que decidieron los ciudadanos mediante elecciones democráticas. La democracia de los ciudadanos queda gravemente mermada en beneficio de los centros de poder transnacionales que operan sin ningún tipo de control.

 

 

El tandem propaganda-consumo como motivador central

En las fases iniciales del sistema capitalista la motivación de los trabajadores para activar su fuerza de trabajo residía en la posibilidad de obtener bienes de primera necesidad con el salario obtenido. A medida que el sistema ha ido evolucionando y las necesidades básicas eran sobradamente cubiertas para la población de los países desarrollados, el consumo de bienes que proporcionan gran bienestar y comodidades ha tomado el relevo como factor motivador para el trabajo. La producción de estos bienes que no son vitales y que, incluso en una gran parte de los casos, son supérfluos, ocupa una parte mayor de la producción que aquellos bienes o servicios que son realmente indispensables.

en la sociedad capitalista el consumo es el elemento motivador primordial para activar la fuerza de trabajo

La población se halla motivada por poder consumir o por evitar perder la capacidad de consumo. El consumo es el totem de la actividad humana en las sociedades capitalistas: ser consumidor supone pertenecer a la casta de los elegidos. La marginalidad social viene dada por la expulsión del individuo de los circuitos de consumo.

El consumo exacerbado plantea un problema de sostenibilidad del sistema económico que, sin duda, sufriría un colapso inmediato si todos los habitantes del planeta consumieran con la intensidad que lo hacen los sectores favorecidos de los países capitalistas. El hiperconsumo de ciertos sectores sociales discurre en paralelo con la negación del acceso a bienes básicos a una gran parte de la población mundial. Se produce una desigual distribución de la riqueza, lo que acrecienta las tensiones sociales.

El fomento del hiperconsumo es un despropósito que se ha fundamentado en la falsa idea de que los recursos económicos son infinitos. Ingentes recursos son dilapidados por las sociedades en un estado de borrachera colectiva en la que solo se tiene en cuenta lo inmediato y no el deterioro futuro de los recursos naturales y el medio ambiente.

Pero el hiperconsumo de nuestros días tiene un pilar fundamental que es la propaganda comercial que desempeña un papel adoctrinador e impulsor. La propaganda comercial es omnipresente: no hay lugar en los ámbitos públicos de las ciudades que no estén plagados de vallas publicitarias, anuncios de neón o pantallas gigantes; en cualquier evento deportivo o espectáculo público sobresalen los anuncios; las personas famosas son portadoras de logos de grandes marcas; el bombardeo publicitario ha penetrado en los hogares a través de los programas de radio y televisión y el acceso a las utilidades que proporciona internet.

La publicidad comercial se asume como algo natural, que forma parte de la vida diaria de las personas. Pero la publicidad tiene aspectos realmente negativos como que hipotrofia la capacidad de análisis de las personas sobre los bienes económicos y, por tanto, les impide decidir en base a las conclusiones obtenidas por el intercambio colectivo de información en las diversas sociedades. La publicidad intoxica los ámbitos urbanos lo cual se percibe nítidamente cuando se realiza un desplazamiento al medio natural en el que está ausente cualquier atisbo de publicidad.

la publicidad comercial desempeña un papel adoctrinador e impulsor del consumo

La publicidad distorsiona la competencia, de manera que productos emergentes, de calidad-precio superiores a los ya establecidos, tienen escasas posibilidad de entrar en el mercado a no ser que cuenten con fuentes de financiación muy poderosas.

Para justificar la propaganda se esgrime la libertad de información, lo cual no es sino una falacia, ya que tal libertad solo la tienen aquellos que tengan medios económicos para sufragarla (en la sociedad capitalista solo gozan de ciertas libertades quienes tienen dinero). Además, desde el momento en que los medios de comunicación se financian con la propaganda, nadie en su sano juicio va a criticar a una firma de la que depende económicamente ni admitirá publicidad contra un cliente habitual. En último extremo, el sistema cuenta con mecanismos jurídicos para evitar la propaganda negativa, prohibiéndola o estableciendo mecanismos indemnizatorios desproporcionados.

 

 

Mecanismos para el incremento del poder financiero

La expansión del poder financiero a nivel mundial se ha producido tras la puesta en marcha de mecanismos tales como la libertad de movimiento de capitales, la deslocalización de la producción o la eliminación de trabas al comercio mundial.

Estos mecanismos han podido tener lugar a escala global tras el fracaso de los modelos de producción socialistas y la consiguiente caída o transformación de los correspondientes regímenes políticos. En paralelo, ha jugado un papel primordial la ideología neoliberal -elaborada, publicitada y aplicada sistemáticamente en las últimas décadas sin tregua alguna- que ha propugnado la eliminación de los controles sobre los centros de poder financieros y las empresas transnacionales con las consecuencias que todos conocemos. De esta manera se han adoptado numersos acuerdos multilaterales que han asentado la libertad de movimiento de capitales y de mercancías, lo que no ha sucedido en relación con la libertad de movimiento de las personas (salvo que acepten ser tratados como cuasiesclavos), fuertemente restringida a pesar de que durante un tiempo se predicó lo contrario para vender las bondades de la globalización.

La libertad de movimiento de capitales ha tenido otra columna de apoyo en los paraísos fiscales, que constituyen un circuito mantenido por los gobiernos, los centros de poder financiero y las empresas transnacionales para la evasión fiscal y la legalización de actividades criminales. Claro que, de paso, dictadores, políticos corruptos, empresarios defraudadores, grupos terroristas y de narcotraficantes aprovechan para mantener el producto de su actividad delictiva a buen recaudo. También las agencias de inteligencia utilizan los paraísos fiscales para evitar el control de sus operaciones por los poderes del Estado del que forman parte.

La función principal de los paraísos fiscales es evitar el control sobre los capitales financieros. De esta manera se dificultan o impiden los esfuerzos de los Estados para que no se produzcan concentraciones financieras incontroladas y, sobre todo, se inutilizan los mecanismos fiscales sobre los beneficios y plusvalías del capital. Son precisamente las herramientas fiscales, que cumplen una función redistributiva de la riqueza, las que van a ser inutilizadas para que sigan manteniéndose las grandes concentraciones de capìtal financiero a nivel mundial.

La práctica de la deslocalización de centros industriales y manufactureros, desde países industrializados hacia países emergentes, se ha generalizado en base a diversos factores:

La deslocalización tiene como consecuencia positiva teórica el incremento de la producción, el abaratamiento de costes, residenciar la contaminación medioambiental inmediata en lugares alejados o incrementar la renta de países emergentes o en vías de desarrollo. Pero también tiene facetas negativas para los países en los que se ha producido la deslocalización como es la destrucción del tejido industrial, la eliminación o degradación de los puestos de trabajo, la disminución de la capacidad de consumo a largo plazo y la supresión de la función redistributiva de la fiscalidad derivada de la producción.

En resumen puede decirse que los centros de poder financiero y las empresas transnacionales han conseguido zafarse de los controles que antaño ejercían organizaciones internacionales, estados, partidos políticos y organizaciones sociales, mediante mecanismos de globalización que conducen a unas mermas sociales que están fracturando las sociedades de los países desarrollados.

 

 

Las consecuencias del capitalismo financiero global

El modelo de capitalismo financiero global está conduciendo a la humanidad hacia escenarios extremadamente perniciosos. Son numerosas las publicaciones que abordan esta cuestión por lo que, a modo de síntesis, cabe relacionar los aspectos más relevantes:

 

 

 

El futuro del trabajo humano

 

Las tendencias actuales

El mundo del trabajo ha venido transformándose de manera ininterrumpida. Los cambios no se han producido mediante saltos espectaculares, sino progresivamente. Es a partir del siglo XIX cuando comienzan a producirse cambios sustanciales con un ritmo considerable. Pero si se considera el tiempo histórico más inmediato -las dos últimas décadas- se observa que la aceleración en los cambios sobre el trabajo humano ha sido vertiginosa y, lo que es más importante, el proceso no parece que vaya a detenerse en un inmediato futuro. Se ha producido una confluencia de tecnologías sin la cual no hubiesen sido posibles los cambios producidos: Miniaturización de componentes, incremento exponencial de la capacidad de procesamiento y almacenamiento de la información, comunicaciones veloces y masivas, interconexión en red de ordenadores y periféricos, transferencia masiva de inteligencia hacia soportes externos al cerebro humano, desarrollo de la inteligencia artificial, etc.

El ser humano como máquina biológica generadora de trabajo ha tenido una gran importancia desde los orígenes de la humanidad. El trabajo del ser humano era complementado con el de animales o mediante artilugios o máquinas. No había posibilidad de desarrollar trabajo sin la concurrencia del ser humano; su trabajo fue imprescindible para la transformación del entorno físico y social.

Sin embargo, a la vista de las transformaciones tecnológicas que se suceden vertiginosamente, puede afirmarse que ha comenzado un período histórico en el que va a extenderse progresivamente la prescindibilidad del ser humano en el proceso de trabajo.

El ser humano, como vector de trabajo en el proceso productivo, ha venido perdiendo relevancia desde el siglo XIX. Así, con el advenimiento de la revolución industrial la fuerza humana fue sustituida en gran medida por las máquinas, que convergieron con la movilidad que aportaban los nuevos medios de transporte mecánico (ferrocarril, barco, automóvil, avión). La consecuencia fue la destrucción de empleo en sectores que utilizaban las destrezas físicas del cuerpo humano (fuerza, resistencia, velocidad, coordinación motora, etc.), pero fueron creándose nuevos empleos en el sector servicios en los que se necesitaban mayores destrezas mentales y, en mucha menor medida, las corporales. Esto, a la larga, constituyó un avance puesto que gran parte de la población fue liberada de la realización de trabajos penosos.

Bajo la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación, muchas destrezas mentales dejan de ser necesarias, puesto que han sido transferidas a los ordenadores y máquinas; éstas, a las que se implementa inteligencia a un ritmo vertiginoso, van relevando al ser humano de tareas que antes le estaban reservadas de manera exclusiva. Las máquinas inteligentes son mucho más eficientes en precisión y velocidad, no es necesario entablar una relación jurídica compleja - no son sujeto de derechos y obligaciones-, ni desencadenan procesos emocionales, ni generan protestas.

El futuro del trabajo humano presenta una sombría perspectiva bajo el actual sistema capitalista de producción. La pérdida de importancia del trabajo humano está en la base del menor peso de las rentas del trabajo en el PIB de los diversos países; en la decadencia de las organizaciones sindicales que, continuamente, negocian a la baja las condiciones laborales; en la mayor presión fiscal que recae sobre las rentas del trabajo (frente a la evasión fiscal de las rentas del capital) o en la degradación de las condiciones laborales.

Pero si el trabajo humano deviene prescindible es porque -gracias a la inteligencia extraída y posteriormente almacenada en soportes externos al cerebro humano y conectada en red- se pueden producir cantidades ingentes de bienes o servicios. Cualquiera podría pensar que esto, lejos de constituir un problema, es una situación maravillosa: Por fin el ser humano quedaría liberado de trabajos repetitivos, monótonos o causantes de cualquier tipo de malestar; el tiempo de trabajo se iría reduciendo y, a la par, aumentaria el tiempo libre para dedicar a actividades creativas, formativas o de ocio.

Sin embargo la realidad no contiene atisbo alguno de la liberación del ser humano, sino todo lo contrario: se generaliza el empleo precario y el desempleo, condenándose a masas ingentes de seres humanos a padecer situaciones de privación y miseria; el trabajo se realiza bajo el miedo a ser expulsado al averno de la precariedad y el paro.

¿Como es posible que los avances tecnológicos incrementen las situaciones de precariedad y desempleo?

La respuesta hay que encontrarla en el hecho de que una exigua minoría de la población, incardinada en los conglomerados financieros y tecnológicos, se ha apropiado de la inteligencia histórica acumulada por la humanidad, gestionándola para perpetuar o aumentar sus privilegios y despilfarrando bienes y servicios en ingentes cantidades, en vez de aplicarse los recursos para reducir las miserias humanas.

La consecuencia más inmediata para el mundo del trabajo es que, bajo las actuales tendencias, se camina hacia sociedades estructuradas en castas laborales profundamente segmentadas y diferenciadas, todas ellas bajo el dominio de las élites financieras y empresariales:

a) Casta cumbre: Directivos y gestores de alto nivel, controladores de procesos, especialistas, investigadores, creadores, innovadores, etc. Compuesta en gran parte por personas con alta formación y capacidades singulares que les hace imprescindibles frente a las habilidades de computadores y robots. El acceso a esta casta está fuertemente influenciado por la posesión de conocimientos o habilidades muy exclusivas y/o por las relaciones económicas, familiares o de posición social. Es el conglomerado social que recibe mejor retribución por su trabajo.

b) Casta ladera: Productores con cualificación media, independientemente de su estatus jurídico (trabajador por cuenta ajena, empresario, autónomo). Era la más numerosa hasta la fecha. Su trabajo es facilmente automatizable. Los componentes de este nivel van siendo desplazados poco a poco por máquinas inteligentes y robots. Es la que más miembros ha perdido -por desplazamiento a la casta valle- y la más amenazada en el futuro. La retribución de su trabajo tiende hacia estándares decrecientes de modo de vida, aunque dentro de parámetros de una mínima calidad de vida.

C) Casta valle: formada por trabajadores con escasa o nula formación, pero también por un creciente número de personas sobrecualificadas, empresarios o autónomos que el sistema no es capaz de absorber. Sus miembros están en paro o bien con empleos exigüamente retribuidos. Una gran parte de esta casta está en la indigencia o en un territorio muy cercano.

Debe aclararse que la clasificación precedente toma en cuenta, exclusivamente, la actividad de trabajo generada por las personas, independientemente de las relaciones jurídicas establecidas, que, en nuestros días, van perdiendo importancia conceptual en la medida en que quedan enmascaradas o tergiversadas por los sistemas de relaciones laborales vigentes. Así, multitud de personas calificadas por el sistema jurídico como autónomos son, en realidad, trabajadores por cuenta ajena. En todo caso, los empresarios y autónomos -que son agentes activos en el proceso de trabajo bajo el sistema capitalista- están siendo afectados -a la par que los trabajadores- por el proceso de automatización de la industria y los servicios.

 

 

Factores condicionantes derivados de la evolución científico-técnica

El futuro de las formas y relaciones de trabajo está íntimamente asociado a la evolución científico-técnica, salvo que se llegue a producirse un colapso total o parcial de la civilización, derivado de los factores de riesgo analizados por diversas instituciones (catástrofes medioambientales, crack financiero, guerra nuclear, epidemias, etc.).

El escenario más previsible en un ámbito temporal relativamente cercano (décadas) vendría caracterizado por diversos factores científicos y tecnológicos que darían lugar a relevantes cambios cualitativos:

-Generalización de la automática y la robótica: Las máquinas automáticas y los robots con inteligencia básica sustituirían inexorablemente a los humanos. Las fábricas e industrias contarían con un número insignificante de trabajadores al estar totalmente automatizadas y robotizadas. En situación análoga quedarían multitud de empresas de administración y servicios. Los medios de transporte estarían teledirigidos o autodirigidos.

-Gran operabilidad sobre la genética de los seres vivos, incluidos los seres humanos, lo que supondría poder durar enfermedades sin medicación química así como la incorporación o supresión de cualidades de todo tipo, incluidas las cognitivas o las reproductivas. Podría tener lugar un control tanto cualitativo como cuantitativo de las especies que habitasen sobre el planeta e incluso se llegaría a la producción de seres vivos, tanto de especies conocidas como de nueva creación.

-Generalización de prótesis biónicas que servirán no solo para eliminar numerosas discapacidades sino también para aumentar y adquirir capacidades físicas y mentales.

-Control de los procesos mentales a partir del desarrollo de las neurociencias.

-Incremento de la energía disponible a partir de la incorporación o desarrollo de procesos de captación de energías y del aumento de la eficacia de los procesos y mecanismos de transformación y consumo final de la energía.

-Generalización de la inteligencia artificial: El uso de módulos de inteligencia artificial asociados a máquinas y ordenadores irá en progresión geométrica. Bajo esta premisa una gran parte de las destrezas intelectuales -incluídas las de más alto nivel- del ser humano quedarían superadas por los módulos de inteligencia artificial. Actividades como la enseñanza, la ingeniería, la informática, la medicina, la investigación, etc. se producirán con la intervención de la inteligencia artificial.

-Integración de la robótica y la inteligencia artificial: El trabajo humano ya no sería necesario. En este momento podría cuestionarse incluso la existencia misma del ser humano como especie. El ser humano sería indispensable para los robots inteligentes hasta que estos tuviesen capacidades de reparación, clonación y desarrrollo. Pero podría llegar un momento en que la inteligencia artificial no dependiese del ser humano para su mantenimiento y reparación y fuese capaz de desarrollarse (autoincrementando sus capacidades) y clonarse (creando entidades inteligentes sustitutivas o complementarias); en este caso la existencia del ser humano no tendría ningún sentido salvo como espécimen para ser estudiado por los robots inteligentes.

Todo este escenario de evolución científico-técnica tiene sentido bajo la perspectiva de que el ámbito temporal del planeta Tierra es finito y que, tarde o temprano, desaparecerá o quedará inservible para contener la vida, tal como la conocemos.

La posibilidad de supervivencia de cualquier forma de inteligencia sería la emigración hacia otros ámbitos del cosmos, pero el soporte biológico que sustenta a la inteligencia humana no es apto para desplazamientos alejados de la Tierra. El cuerpo humano no es capaz de sobrevivir -entre otros muchos factores adversos- ni a las radiaciones, ni a los campos electromagnéticos cósmicos, ni a la ausencia prolongada de gravedad, ni a las enormes aceleraciones producidas por las masas planetarias o estelares. Ni la ciencia ni la técnica podrán resolver tal limitación, salvo para distancias relativamente cercanas.

Desde el punto de vista científico es más factible que la inteligencia se aloje en estructuras no biológicas, mucho más resistentes a las inclemencias cósmicas y, por tanto, con mayores posibilidades de desplazarse por el espacio hacia otros mundos con condiciones de realojar y desarrollar la inteligencia emigrada desde la Tierra. Lo que escapa en estos momentos a nuestro conocimiento son las características y el comportamiento de las formas de inteligencia que surgirán en el futuro.

 

 

Otros factores condicionantes

Además de los derivados de la evolución científico-técnica, es necesario considerar algunos otros factores de gran relevancia para la configuración del trabajo humano en un horizonte temporal cercano:

-La evolución demográfica. La composición de las sociedades se ha visto y se verá sometida a grandes cambios demográficos traducidos en distribuciones poblacionales que afectarán en gran medida al trabajo humano. Aspectos como natalidad, fecundidad, mortalidad, crecimiento, migraciones, urbanización, edad, sexo, etc., van a incidir enormemente, tanto cualitativa como cuantitativamente, en los puestos de trabajo que se van a requerir en una determinada sociedad.

-Cambios medioambientales. La degradación del medio ambiente seguirá produciendo inevitables cambios sobre el trabajo humano tanto si se adoptan políticas correctivas de los factores de degradación como si no se adoptan. En el primer caso, será necesario suprimir industrias y actividades contaminantes. En caso de no adoptarse políticas correctivas, serán las castástrofes medioambientales las que se encargarán de eliminar grandes cantidades de puestos de trabajo (piénsese en la afectación sobre el turismo de zonas costeras si se produjese un incremento del nivel del mar o la influencia de los fenómenos de desertificación sobre la producción agrícola).

-La evolución de las estructuras políticas, económicas y sociales. Es obvio que el sentido de la evolución de estas estructuras incidirá sobre elementos del factor trabajo tales como nivel retributivo, distribución del valor producido, rotación, estabilidad, nivel de desempleo, etc. Las decisiones políticas tienen un papel esencial para reconfigurar el mundo ecónomico y del trabajo aunque con limitaciones, puesto que los gobernantes no son entes todopoderosos.

-Los conflictos bélicos. Los muertos, heridos y enfermos, la inutilización y destrucción del aparato productivo y los desplazamientos masivos de población, inciden -aunque desigualmente- sobre el factor trabajo: Los países que soportan el conflicto quedan arrasados o en estado precario; por el contrario, los países que suministran armas y avituallamientos generan gran número de puestos de trabajo.

 

 

Algunas medidas de presente y futuro para la disminución del desempleo estructural

Teniendo en cuenta los factores y condicionantes apuntados hasta ahora, que conducían a la pérdida de valor del trabajo humano cabe enumerar algunas líneas generales de actuación a corto plazo para la disminución del desempleo estructural causado por la introducción de máquinas cada vez más inteligentes en el proceso productivo y que necesariamente requerirían ser adaptadas a la sociedad en que vayan a ser aplicadas. Debe considerarse que cualquiera de las medidas que se proponen son meramente paliativas y transicionales, dado que es imposible predecir a nivel global un camino suficientemente definido de la acelerada evolución social debido a las incertidumbres de los factores tomados en consideración.

 

 

Control demográfico y de los flujos de población

No es posible un desarrollo equilibrado de una sociedad con crecimiento demográfico incontrolado, como tampoco lo es de la humanidad en su conjunto. El control demográfico ha de ser aplicado sin titubeos, por encima de consideraciones sociales o religiosas, penalizando las situaciones de descontrol. Ejemplos como el de China nos muestran los efectos positivos que sobre la economía produce el control demográfico. Es necesario recalcar sin tregua que los recursos del planeta son finitos y no es posible fomentar la natalidad desbocada que conduce inexorablemente a la hecatombe.

Tampoco son posibles de absorber los flujos masivos poblacionales originados por catástrofes, guerras o situación económica o política so pena de provocar graves conflictos sociales en los países receptores. Las políticas de acogida e integración de los inmigrantes son positivas en términos generales, si bien puede alcanzarse un límite cuantitativo, mas allá del cual sea imposible una gestión satisfactoria.

Si se consideran conjuntamente tanto el fenómeno de la automatización del trabajo como el crecimiento demográfico descontrolado se llega a la conclusión de que ambos forman un cóctel explosivo. Como la automatización no es posible detenerla, habrá que actuar necesariamente sobre el factor demográfico si lo que se pretende es conseguir que la población tenga o llegue a tener un puesto de trabajo con un nivel aceptable de retribución y demás condiciones laborales. Es por ello que el control del crecimiento y la distribución demográfica es un requisito sin el cual no es posible encontrar soluciones al desempleo.

 

 

Redistribución del trabajo

Si la masa global de tiempo de trabajo se distribuyese entre un mayor número de trabajadores ello daría lugar a un mayor número de puestos de trabajo, reduciéndose proporcionalmente las retribuciones en el caso de que no puedan ser mantenidas. Pero esto no es tan simple de aplicar, ya que cada trabajador tiene unos costes fijos asociados, por lo que un mayor número de trabajadores activos supondría menor competitividad para los productos o servicios obtenidos si no se disminuyen los costes fijos. Sin embargo, las mayores resistencias a la redistribución se producirían entre los trabajadores con empleo puesto que tendrían que ceder parte de su retribución a los desempleados que accediesen a los circuitos de trabajo.

Partiendo del hecho de que cada sector o empresa requeriría soluciones específicas, puede ser posible la redistribución del trabajo si se introduce en un primer momento el factor de voluntariedad: muchos trabajadores preferirían trabajar menos tiempo aun cuando esto supusiera una merma proporcional de la retribución. En muchos casos la disminución de jornada puede producir sinergias para el proceso productivo concreto o para todo el sistema: menores costes de transporte, mayor nivel de consumo, menores costes sociales de desempleo, etc. que conducirían, en definitiva, a un mayor bienestar de la población.

La redistribución de los períodos del tiempo de trabajo también puede ser otro factor a considerar. Así la distribución más generalizada de 7/8 horas diarias, 5/6 días por semana, 11 meses/año, podría ser alterada por otras distribuciones (que existen aunque son minoritarias y en determinados procesos productivos), generándose otras jornadas como por ej. 3/4 días por semana, 2 semanas/mes, 6 meses/año, etc.

En paralelo, deberían ser impedidas prácticas ilegales o indeseables (muy frecuentes en nuestros días) tales como:

 

 

Formación expandida

Muchos procesos productivos actuales se caracterizan por ser poco duraderos, siendo rápidamente sustituidos por otros más eficientes, por ello no solo es necesario establecer o incrementar un estado permanente y expansivo de formación en alternancia con el trabajo, sino que también se precisa preparar con antelación a los trabajadores para el cambio de puesto de trabajo o, incluso, de empresa. Esta medida es totalmente congruente con la sociedad de la información y el conocimiento en la que se necesita un reciclaje individual continuo para adaptarse a los imparables cambios, incluso en trabajos de menor complejidad aparente.

Bajo esta consideración los trabajadores deberían alternar entre dos estados íntimamente relacionados: estado productivo en el que se aplicarían los conocimientos adquiridos en el proceso productivo y estado formativo en el que se adquirirían nuevos conocimientos y destrezas. Los trabajadores transitarían permanentemente entre estos dos estados con la frecuencia y períodos requeridos por el proceso productivo.

Por otra parte, la formación para el acceso al conocimiento -y, en particular, al mundo del trabajo- que se materializa a través del sistema educativo de nuestros días, ha de ser reestructurada abandonando los esquemas decimonónicos que aun persisten en proporciones alarmantes, aumentando el tiempo de formación para la adquisición de destrezas que presenten la menor obsolescencia posible. El sistema educativo debe ser rediseñado para su ampliación temporal en forma continua -ej.: prolongación del número de cursos académicos- o discontinua -ej.:alternancia de períodos teóricos con otros de índole práctica o de pausa para la consolidación-, dependiendo de los ámbitos de conocimiento.

Aunque las instituciones regulan la formación y realizan numerosas actuaciones formativas, lo cierto es que -exceptuando algunos sectores muy tecnologizados- la formación de trabajadores activos y desempleados no es algo suficientemente generalizado por muy considerables que parezcan los recursos actualmente utilizados y, además, en algunos casos, se considera una carga (lo cual es cierto si los recursos para formación no se emplean adecuadamente, al igual que sucede cuando se construye una autopista o un aeropuerto inútiles) para las empresas o para los presupuestos del Estado u otras instituciones.

Expandir la formación, pasar del actual estado minimal a otro en el que la formación llegue a tener un peso tan importante o más que el trabajo de mera ejecución, es una condición para poder aumentar los puestos de trabajo de manera estructural. La formación no es otra cosa que la remodelación del software humano, imprescindible si lo que se pretende es conseguir una empleabilidad sostenible de ahora en adelante. Incluso no es descartable pensar que, en el futuro, se vivirá en un estado permanente de formación, sobre todo si el trabajo, tal como hoy lo concebimos, llega a desaparecer por no ser necesario. Pero lo que nunca puede dejar de ser necesario es el trabajo creativo o investigador que vendrá a sustituir al actual y predominante trabajo productivo.

 

 

Política económica para el empleo

Dado que la tendencia de los conglomerados de poder económico y financiero es sustituir aceleradamente el trabajo humano por la actividad de máquinas cada vez más inteligentes, los poderes públicos han de intervenir en la actividad económica y financiera sin excusa alguna y sin dilación, so pena de asistir a un proceso de degradación social sin precedentes. Los mercados son incapaces de orientarse hacia una economía de pleno empleo, más bien al contrario, toda vez que el único vector a considerar es maximizar los beneficios. Por ello, los gobiernos y demás instituciones han de abandonar el inhibicionismo económico a ultranza impuesto por las doctrinas neoliberales y poner en práctica una política económica sostenible orientada al empleo, evitando caminar hacia el extremo opuesto con una economía fuertemente intervenida en las que las redes de poder burocráticas e incontroladas conduzcan a los resultados indeseados que históricamente se han producido. Por ello son indispensables elementos de control permanente para la evaluación tanto presupuestaria como normativa de las políticas económicas de manera que se eviten todo tipo de ineficiencias a la par que se evalúa su rentabilidad económica y social.

A título de ejemplo se relacionan algunas áreas económicas, con capacidad para la generación de gran cantidad de puestos de trabajo a la par que palían la escasez energética y la destrucción del medio ambiente, que los partidos políticos, gobiernos e instituciones podrían impulsar con las palancas normativas y presupuestarias de que disponen, además de mantener o ampliar los sectores económicos tradicionales:

-Energías renovables (solar, marina, hidraúlica, eólica, geotermica, biomasa, etc.)

-Eficiencia energética y movilidad sostenible.

-Rehabilitación de viviendas (estructural, energética y tecnológica).

-Recuperación de espacios urbanos degradados.

-Reciclado de productos de consumo, de resíduos urbanos e industriales.

-Medios de transporte no dependientes de combustibles fósiles.

-Reasentamientos rurales tecnologizados.

-Agricultura inteligente y biotecnológica.

-Recuperación vegetal de entornos degradados y reforestación masiva.

-Acuicultura y alguicultura.

-Software y aplicaciones informáticas.

-Diseño

-Operación y mantenimiento de vehículos autónomos (drones, coches, camiones, etc), autómatas, robots, etc.

-Biotecnología.

-Impresión 3D.

-Activación cultural, deportiva y del ocio.

-Servicios sociales para la inserción y reinserción.

-Servicios sociales asistenciales.

-Sanidad preventiva.

Desgraciadamente, existen sectores de la economía muy amenazados por la automatización, en los que, a corto y medio plazo, se va a producir una inevitable disminución del empleo: operarios industriales, empleados de comercio (dependientes, cajeros, reponedores), conductores de automóviles y camiones, pilotos de aeronaves, médicos, abogados, funcionarios administrativos, operadores de telemarketing, docentes, artesanos manuales, etc. Así, para que las políticas económicas sean eficaces habrán de ser identificados tanto aquellos sectores en riesgo de disminución o extinción del empleo como aquellos otros en los que pueden mantenerse o incrementarse las tasas de ocupación.

 

 

Reestructuración del sistema de seguridad social

Los cambios que se producirán a corto plazo en el sistema productivo requerirán cambios correlativos en los sistemas de seguridad social si se pretende que cumplan los objetivos para lo que fueron diseñados. A grandes rasgos pueden enunciarse algunas grandes líneas de actuación:

-Redefinición de la financiación del sistema. En la actualidad las cotizaciones sociales operan como un coste en el proceso productivo de manera que los productos importados desde países en los que se practica el dumping social son más baratos toda vez que no tienen costes sociales en su producción lo que lleva, en definitiva, a la destrucción de puestos de trabajo en los países en los que se mantienen derechos sociales. Para evitar esta situación sería necesario incrementar la financiación de las prestaciones sociales con cargo a los impuestos indirectos que suponen un freno al consumo tanto de productos del interior como del exterior en una situación de eliminación de aranceles.

El actual sistema lastra a las empresas europeas con costes de seguridad social. Si se desea aumentar el empleo es mejor disminuir tales costes, aumentando impuestos como el IVA que repercuten sobre los productos de todas las empresas (nacionales y extranjeras): los costes de producción disminuyen, los productos nacionales adquieren ventaja competitiva para la exportación, los precios de estos productos no subirían en el mercado interior (si se traslada a los precios la disminución de cotizaciones sociales se neutralizaría el aumento de IVA) y los precios de los productos exportados disminuirían lo que supondría una ventaja competitiva. De otra parte el precio de los productos importados aumentaría lo que induciría a comprar productos internos, propiciándose la creación de empleo interior.

-Simplificación conceptual del sistema de prestaciones: No es posible mantener prestaciones como pensiones de viudedad, de orfandad o en favor de familiares, complejos cálculos e irracionales condiciones de las pensiones contributivas (jubilación, invalidez) o de las prestaciones y subsidios por desempleo, todo ello fruto de decisiones y pactos concatenados que no han sido sino una sucesión de parches.

-Establecimiento de una renta social. Para hacer frente a las nuevas situaciones de empleo precario, desempleo prolongado e insuficiencia de cotización a la seguridad social que afectan o va a afectar a numerosos colectivos, sería necesario caminar hacia la implantación de una renta social -no contributiva- que atendiese a los diversos supuestos de necesidad, complementada con prestaciones públicas contributivas bien definidas y racionalmente cuantificadas. El Estado no debería promover sistemas de prestaciones privadas toda vez que la actual crisis ha puesto al descubierto las ineficiencias y corrupción en torno a las entidades financieras y a la creciente manipulación de los mercados financieros en los que se expolia a los los fondos de pensiones mediante técnicas tales como las transacciones de alta frecuencia.

La implantación de una renta social es un tema complejo que requiere numerosos estudios y, sobre todo, consenso social. Para establecer una renta social es necesario considerar las fuentes de financiación, los supuestos de necesidad a cubrir, el marco condicional -nivel de ingresos y recursos, edad, nacionalidad, estado civil, incompatibilidades, etc.-, la cuantificación de la prestación, su extensión temporal y el marco obligacional -de realizar cursos de formación, de búsqueda de empleo, de comunicar cambios en el marco condicional, etc.- La renta social podría reemplazar las actuales prestaciones por desempleo.

Los principales escollos para el establecimiento de una renta social son la financiación, el gorroneo social y el aumento del precio de la mano de obra.

Por lo que a la financiación se refiere no habría problema en la medida que la renta social se vaya introduciendo de un modo escalonado. Además se parte de una situación en la que ya existen prestaciones de este tipo con diversas denominaciones (renta mínima de inserción, renta básica, ingreso mínimo de solidaridad, etc.) aunque con características muy diversas, según el ámbito institucional considerado. En definitiva se trataría de extender la prestación y aumentar progesivamente la financiación hasta llegar a un nivel considerado como aceptable.

Más complicado es abordar el tema del gorroneo social, o dicho de otro modo si la percepción de la renta social incentivaría conductas individuales fraudulentas (trabajo en negro, evitar el desempeño del trabajo, etc.). La posibilidad de fraude existe como en cualquier otro ámbito (fiscal, laboral, civil, mercantil, etc.) pero para ello existen políticas antifraude que la reducen al mínimo, así como la obligatoriedad de recibir acciones formativas o bien la realización de trabajo social en los casos en que el beneficiario de la renta esté en condiciones de realizarlo.

El aumento del precio de la mano de obra puede suceder por cuanto la persona que perciba una renta social y esté en condiciones de trabajar no va a actuar como demandante de empleo activo si el diferencial entre prestación y salario es pequeño. Pero si se establecen correctamente las obligaciones inherentes a la renta social y el correspondiente control antifraude, la incidencia sobre la demanda de empleo debería ser mínima.

Como aspecto económico positivo, además de los psicológicos para las personas, la generalización de un renta social aumenta la capacidad de consumo de la población lo que incrementa la actividad económica general.

 

 

Establecimiento de modalidades de trabajo social

En paralelo la implantación de la renta social debería contemplarse, junto con las acciones formativas, el establemiento de diversas modalidades de trabajo social para los beneficiarios de aquella. El trabajo social tendría varias finalidades:

El trabajo social habría de estar, en todo caso, bajo la tutela de las instituciones públicas dado que su finalidad no es la consecución de una productividad máxima sino lograr que el individuo ejercite un mínimo de sus destrezas para, en su momento, poder reincorporarse plenamente a los circuitos de trabajo ordinario.

El marco de actividades que podrían asociarse al trabajo social es sumamente extenso:

En la regulación del trabajo social habrían de ser tenidos en cuenta, entre otros muchos, aspectos tales como:

Si en el futuro que se avecina en unas pocas décadas el trabajo humano va a ser sustituido paulatinamente por la automatización y la inteligencia artificial, gran parte de la población permanecería ociosa, por lo que el establecimiento de medidas formativas o de trabajo social serán totalmente necesarias para mantener la cohesión de las poblaciones.

 

 

 

Reestructuración del sistema tributario

Cualquier política para la creación de empleo o para implantar medidas de carácter social pasa necesariamente por utilizar la palanca de la fiscalidad con la que se pueda conseguir un nivel de suficiencia económica.

El sistema tributario habría de ser reestructurado para corregir las desviaciones fundamentales que actualmente padece, a saber: a) Inadecuación de su función redistributiva; b) insuficiencia de ingresos.

Para restablecer plenamente la función redistributiva sería preciso actuar para desmontar la actual hiperconcentración de riqueza en segmentos minoritarios de la sociedad. Para ello habría que introducir medidas tales como:

Para conseguir la suficiencia de ingresos, además de configurar un conjunto de tipos impositivos adecuados, sería necesario establecer mecanismos eficaces de lucha contra el fraude y la delincuencia fiscal. Además de realizarse los controles a través de las bases de datos correspondientes, deberían extremarse los controles sobre los signos externos de riqueza.

En la lucha contra el fraude uno de los grandes problemas es la detección de contribuyentes cuando actúan a través de testaferros o de sociedades interpuestas radicadas en paraísos fiscales. Por ello es necesario conseguir, a nivel internacional, la inactivación de tales paraísos fiscales y, a nivel interno, establecer o aumentar las penas para los delitos de ocultación de bienes patrimoniales en cualquiera de sus modalidades.

Otro importante mecanismo de lucha contra el fraude es la eliminación de los pagos con dinero físico. Aunque es una medida que habría que implantar paulatinamente debido a su complejidad, sería posible en la medida en que se perfeccionen los sistemas de seguridad en los teléfonos móviles. Las ventajas de tal sistema son evidentes puesto que se produciría un control total sobre el IVA, en el que se defrauda mediante pagos en metálico que no dejan rastro.

La deslocalización societaria es otro de los grandes frentes en la lucha contra el fraude fiscal que deberá resolverse cambiando el principio de tributación de las empresas en la sede de su localización jurídica por el de tributación en el lugar de actividad económica real. Esto requiere soluciones complejas tanto para la tributación por el impuesto de sociedades como el IVA. En ambos casos se han producido tímidos avances, aunque en el caso del IVA la evolución vertiginosa de la tecnología hace difícil establecer medidas efectivas, tal como sucede en las compras online a empresas radicadas fuera del ámbito comunitario. La solución podría pasar por responsabilizar a las entidades de pago online de la recaudación del IVA.